viernes, 1 de octubre de 2021

La educación habla de la cultura y viciversa

 La cultura y su reflejo

Cuando observamos con detenimiento los sistemas educativos de las diferentes naciones, podemos ver como los matices culturales se hacen notar. Las relaciones humanas entre los miembros de una sociedad suelen marcar el carácter de una nación. 

Todos conocemos países en los que las relaciones sociales son más o menos protocolarias, más o menos rígidas, que más fácil o difícilmente se vuelven íntimas... Estos rasgos suelen trasladarse a la mayoría de las facetas de la sociedad como por ejemplo, sus producciones artísticas, políticas, de pensamiento filosófico y de estructuración social. 

Todas las manifestaciones culturales que he citado anteriormente son evidencias del presente de una sociedad, mientras que la educación tiene una vocación de futuro como canal por el que una sociedad perdura y se imagina en un futuro, pese a todo, a menudo impredecible. De esta forma, la educación muestra los rasgos de como una sociedad es, y de como quiere llegar a ser. 

Por estas razones, los modelos educativos dejan al trasluz el pasado, presente y futuro de una sociedad. 

Países Bajos, nación tradicionalmente liberal y resistente tenaz a influencias externas sin convertirse en un entorno cerrado al mundo, sino más bien todo lo contrario, apuesta en su sistema educativo por valores como la mínima intervención del profesor en el desarrollo del alumno. Este último es guiado por el primero, animado a la autorrealización y a la independencia en el aprendizaje. Como nación aperturista, busca en su alumnado la capacidad de adaptación continua a los nuevos recursos, con el objeto de que estos sirvan de trampolín al desarrollo. 

Japón, mezcla en su sistema educativo uno de sus rasgos distintivos como país, la confluencia de elementos tradicionales y modernos. Surgido el actual Japón de un replanteamiento de su papel en el mundo, adoptó la rigidez, el protocolo y la estandarización heredada de sus tiempos más arcaicos, para erigirse como una de las grandes potencias occidentales desde mediados del siglo pasado. Conjuga elementos del Japón antiguo con un aperturismo en cierto sentido obligado, para ubicarse en el mundo capitalista que emergía. Sus rasgos educativos son una muestra de ello.

Con estos dos ejemplos antagónicos, sin entrar a matizar cual parece más o menos exitoso, queda claro que el sistema educativo adecuado va mucho más allá de una educación X o Y, sino que tiene más que ver con cómo es el país o la nación que contiene dicho sistema educativo. Es decir, los estados que configuran un sistema educativo tienen que conocer perfectamente cuales son los rasgos culturales que definen a su población, y en segundo lugar, deben de tener muy claro que idea de país desean plasmar en su sistema educativo. 

Sin que estas ideas queden claras y definidas, puede caerse en traspapelar sistemas educativos de países ajenos, que aunque exitosos en los países de origen, aplicados en otro territorio, se vuelven inútiles. Todo ello debido, a la necesaria adaptación del sistema educativo, al presente y futuro que un país en concreto quiere para si. 





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